Emergió del océano llena de aspiraciones futuras, sentido de la aventura, osadía y crecimiento personal. Era Mayo. Un crucero de lujo se dirigía a las playas del Mediterráneo.

 Todavía resonaba en su mente las palabras del Gran Sabio Neptuno. Su padre:

-¡Bien, ya puedes salir a respirar el aire y ver el cielo! ¡Pero recuerda que el mundo de arriba no es el nuestro, sólo podemos admirarlo! Somos hijos del mar y no tenemos alma como los hombres. Sé prudente y no te acerques a ellos. ¡Sólo te traerían desgracias!.

Se hizo consciente de que tenía dos piernas. Supo modelarlas con la típica maestría de Júpiter que gobierna los músculos. Un cuerpo perfectamente modelado que en tres saltos se situó en la proa del barco.

Una dama de mediana edad  con aires de preocupación tomaba el sol. Su padre no había mencionado a las mujeres. Luego se acercó a ella.

Rápidamente entraron en conversación. Fue una suerte para la dama encontrar a nuestra sirena pues su problema era que había perdido mucho dinero en el casino la noche anterior, la puso al día de las conspiraciones y las fortunas que se jugaban en el barquito de marras.

La sirena Júpiter es el arquetipo del apoyo, dotada de una gran inteligencia y capacidad de sintetización sabe integrarnos en el mundo. Representa una energía que hace que crezcamos y abandonemos los miedos, sabe instintivamente qué es lo que podemos llegar a ser. Todo lo magnifica, a todo le da significado, sentido y rentabilidad.

Cuando llegó la noche dos mujeres llenas de lujo apostaron, recuperaron el dinero perdido, siguieron apostando y ganando, el oro entraba y entraba como si ambas estuvieran imantadas, jajjajajja, se miraban, se reían, no se lo podían creer.  Arriba el optimismo.

Nadie preguntó qué hacía allí nuestra jupitersirena. Daban por hecho que era la hija de la dama. Y por supuesto, millonaria, delante de sus narices. Con risas, apuestas y alegrías mostró al mundo su capacidad de hacer realidad los sueños. Fueron ganancias, ganancias y ganancias sin reposo. El delirio.

El barco llegó a su puerto. Estaba feliz de poner los pies en la Tierra. Se despidió de ese útero de lujo donde aprendió a jugar, perder y ganar con alegría. Pero jamás perdió el contacto con la dama.

Fotografías de André Carrara